Titulo: EL GENERAL MORAZAN MARCHA A BATALLAR DESDE LA MUERTE
Autor: Julio Escoto
Resumen
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mucho más civilista que militar.
Este es el perfecto libro introductorio a la vida de Francisco Morazán.
El General Morazán
marcha a batallar desde la muerte, es una novela para leerla de una sola sentada y para meditarla largo tiempo. Monólogo, narración y otra vez monológo. Así es la exposición de los acontecimientos en el relato. Termina donde comenzó: con el fusilamiento y los tres minutos postreros en los que su rostro besa el polvo tico, mientras la última célula se resiste, vemos el tránsito de sus cincuenta años que van y que vienen de su juventud a su niñez, de su niñez a esta hora aciaga en que cae en ese mundo desconocido y misterioso, intemporal, que es la muerte, donde no cabe el odio ni las diferencias y en la que quizás todos seremos iguales. Desde allí, desde la muerte puede vernos, juzgarnos doscientos años después en que sus ideas libertarias todavía alumbran como el sol.
marcha a batallar desde la muerte, es una novela para leerla de una sola sentada y para meditarla largo tiempo. Monólogo, narración y otra vez monológo. Así es la exposición de los acontecimientos en el relato. Termina donde comenzó: con el fusilamiento y los tres minutos postreros en los que su rostro besa el polvo tico, mientras la última célula se resiste, vemos el tránsito de sus cincuenta años que van y que vienen de su juventud a su niñez, de su niñez a esta hora aciaga en que cae en ese mundo desconocido y misterioso, intemporal, que es la muerte, donde no cabe el odio ni las diferencias y en la que quizás todos seremos iguales. Desde allí, desde la muerte puede vernos, juzgarnos doscientos años después en que sus ideas libertarias todavía alumbran como el sol.
La educación es el alma de los pueblos y abono de los ejércitos de la libertad.
(Francisco Morazán Quezada)
Parte 1
Inicialmente hubo un como ruido de cataclismo,
como si doscientos de sus Dragones de a caballo
se despeñaran en los abismos de Quetzaltenango
o, finalmente, como si el mar rebosara su estrecha
fuente de plata y arena y desbordara los límites de su
contenida navegación. Luego, la primera imagen que
saltó a la mente del General Hondureño José Francisco Morazán Quesada fue la intensa muchedumbre
que se había congregado a las cinco de la tarde frente
al portón de la casa de gobierno y que lo había visto
dirigirse a la tapia de la plaza de armas con la frente
en alto, su levita mustia y trasnochada, solitario en el
camino de у la muerte como si únicamente lo acompañara la sombra de su propio destino o lo aguardara
allí la última esperanza de la salvación. "Página 13"
Hubo un chasquido que no supo si interpretar como
el arribo masivo del silencio, el silbido de un rayo,
la libación de un gorrión o sus propios huesos
blancos estrellándose contra la piedra de la calle,
pues inmediatamente se vio a sí mismò con el pecho
ensangrentado y tendido en la cuadrícula urbana más
importante de San José y pudo sentir, casi olfatear el
inmenso vaho del miedo que se levantaba cenagoso
entre los cuerpos agitados de la multitud, y escuchó
sus ahogados gritos de estupefacción como si unas
mudas y alargadas pinzas de barro acuchillaran
el cielo, y vio que sobre la plaza comenzaba a
disolverse en jirones aquella verdosa nube del odio
que había precedido su muerte, y presintió, escuchó
más bien el deslizamiento vidrioso con que las
lágrimas empañaban los ojos de sus compañeros
de guerra enturbiándoles la vista y agarrotándoles
simultáneamente la voz y el corazón. "Página 13 - 14"
El General Francisco Morazán se daba cuenta de
que moría y que esos tirones espasmódicos que lo
estremecían ocasionalmente no eran más que su
cuerpo que se resistía a perecer y que lo volvían
temporalmente a la tierra y lo anclaban y lo sujetaban
a aquella esquina de la plaza central desde donde los
improvisados guardias de fus ilamiento lo miraban
asombrados estremecerse cada vez menos
poderosamente, manar sus venas que entintaban la
grama y copiaban por ocasión final la luz mortecina
del sol de San José, acortarse su aliento, ablandar su
carne y relajar sus huesos. "Página 14 - 15"
Morazán sabía que moría. Extrañamente, podía
contemplarse a sí mismo doblado inconexamente
sobre la calle junto a Villa señor, el que había caído
con una bota alzada sobre el banquillo de ejecución.
Podía ver en su cuerpo las cicatrices que le había
dejado un tiro al brazo durante la batalla de El Espíritu
Santo, en El Salvador el seis de Abril de 1839, y
la otra que le habían inferido en el rostro los
costarricenses. "Página 15"
Parte 2
El otro recuerdo incisivo que ahora asolaba su
mente-prácticamente el único resquicio de su
organismo donde aún alimentaban a las células
unas recónditas burbujas de oxígeno era el de su
inmensa soledad compartida en medio de enormes
muchedumbres que nunca lo abandonaban,
de ejércitos en triunfo o tropas en retirada, de
poblaciones sitiadas o ciudades inmersas en la fiesta
de la victoria, de graves senados y asambleas o de
ministros y funcionarios de ceño apretado que se
adherían a la quietud con que los recibía para poder
también pacificar su espíritu. "Página 20"
Su conciencia estaba inmensamente sitiada por
rostros. Rostros aceitunados y felinos como los de los
indios Curarenes y Texíguats que lo habían acompañado en la mayoría de sus combates y que batían los
machetes y las espadas frente a sus enemigos con
la misma gracia hipnótica de los prestidigitadores.
Rostros solemnes y predestinados de gloria que calzaban sus Generales en la noche víspera de la batalla.
Rostros taciturnos y angustiados de vergüenza tras la
derrota de Guatemala en 1840. "Página 20"
Había una máscara feroz que además le torturaba
la memoria: la del ladino obstinado y malevo de
Mataquescuintla, Rafael Carrera, el instrumento de que las clases altas
guatemaltecas se habían servido para destruir la Federación. Guerrillero cruel, salvaje
y prepotente, incapaz de respetar siquiera a los
mensajeros de paz que le había enviado en 1838
ya quienes había maltratado y ofendido
amenazándoles con el degüello. "Página 21"
Llueven a mi mente además las últimas horas de mi
estancia terrenal en Costa Rica... pero siguen siendo
tan dolorosas por el suceso de mi muerte inconcluida
que aún carezco de distancia para apreciarlas. Ese
joven que gimne abajo en silencio y que sofoca sus
manos hundido en el caos de la desesperación es
mi hijo Francisco, a quien debí reprender y consolar
cuando le dictaba mi última voluntad pues sus
lágrimas nobles empozaban la caligrafía en mi testamento y abrían llagas tempranas en mi corazón. Tuve
que luchar con él para apartarlo de mi lado camino
al cadalso, adonde los hombres deben marchar
amparados más enérgicos de su dignidad. "Página 22"
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Parte 3
Debo a María Josefa, diecisiete días más joven que
yo, el recuerdo manente que me hacía de la necesidad
de la humildad. Observa estas dos
velas, me amonestó la tarde de un triunfo en el
Estado, mientras accio naba el yesquero e iluminaba
la habitación: las dejaremos encendidas por la noche
y se extinguirán al amanecer... Aclararán la oscuridad
y, al despertar, de ellas sólo permanecerá en nuestros
ojos la sombra de su intensidad. Pondremos a esta
vela el nombre de Francisco Morazán. La
otra seré yo... Mañana registraremos nuestras
miradas para reconocer si nos reconocemos cuando
la vela se haya marchitado... Si entonces aún me veo
en el fulgor de tu retina todos mis sacrificios habrán
sido compensados...
Declaro que en este instante de muerte mi único
suspiro es porque el brillo de mi afán entinte para
siempre el porvenir de los centroamericanos. "Página 24"
Reconozco que supe anidar en mí esa remembranza
de la humildad que debería alumbrar siempre las
mañanas de los gobernantes. El ejercicio del poder
no es más que el balance personal entre el asomo
de la traición y los riesgos de la fidelidad... Yo conocí
ambos muy temprano, casi desde mi arranque en el
escenario de la vida pública centroamericana, y afortunadamente dispuse de maestros que me lo mostraron antes de enfrentarme a esa cara bifronte que
conforma la personalidad de los hombres. "Página 25"
Ahora puedo ver, desde esta esquina de mi
inconcluido suplicio, la transformación que me
produjeron esos tempranos momentos. Fue por
aquellos libros entonces prohibidos que nació en mí
el ardor de la llama de la libertad. El régimen español
considerábalos indignos de la inteligencia de sus vasallos y la Iglesia desde los púlpitos los anatematizaba. Percibo ahora que esa ha sido por siempre la historia de la humanidad: el encuentro violento entre el
espíritu que se alza y la fuerza que lo aplaca, entre la
fresca idea que nace para abrirse paso en la eclosión
social de su naturaleza solicitada y la de los poderes
que pugnan por dominarla y matarla. "Página 25"
Y en las noches frías de Tegucigalpa, aquellas en que se ensanchaba y borbollaba el río Choluteca henchido de neblinas y promesas de riesgo y muerte, noches en que podíamos hablar con menos temor por estar las callejas solas sembradas únicamente de sereno y encuentros en los zaguanes de amor, y en las que nos irritaba el tazón de chocolate la piel de las manos poniéndonos calores osados en el corazón, nos referíamos los encuentros que por la mar Caribe se hacían con ingleses que pensábamos revolucionarios, enemigos de nuestro real enemigo español, y se susurraba sobre sus distintas costumbres y maneras, la templanza con que arreglaban sus cultos a Dios, la esplendidez de su libre comercio y aquella aureola de invencibilidad con que nos maravillaba su audacia y desafuero. "Página 27"![]()
Declaro que mi amor a Centroamérica muere conmigo.
(Francisco Morazán)Ver Videos:
Guía de Desarrollo:
1). ¿Quien fue Francisco Morazán Quezada?
R/= Fue militar y político hondureño que gobernó la República Federal de Centroamérica durante el turbulento periodo de 1830 a 1839. Fue jefe de Estado en Honduras, El Salvador y Costa Rica.
2). ¿Cual era el ideal de Morazán?
R/= El quería unir los cinco países centroamericanos y formar una sola patria.
3). ¿Donde y cuando muere Francisco Morazán Quezada?
R/= Muere en San Jose de Costa Rica, el 15 de septiembre de 1842.
4). ¿Quien fue el autor de la primera Constitución de Honduras?
R/= Fue Jose Dionosio de Herrera, fue elegido primer Jefe Supremo del Estado de Honduras en 1824.
5). Realice un breve resumen sobre el texto El General Morazán Marcha A Batallar Desde La Muerte
R/= Es una novela para leerla de una sola sentada y para meditarla largo tiempo. Monólogo, narración y otra vez monológo. Así es la exposición de los acontecimientos en el relato. Termina donde comenzó: con el fusilamiento y los tres minutos postreros en los que su rostro besa el polvo tico, mientras la última célula se resiste, vemos el tránsito de sus cincuenta años que van y que vienen de su juventud a su niñez, de su niñez a esta hora aciaga en que cae en ese mundo desconocido y misterioso, intemporal, que es la muerte, donde no cabe el odio ni las diferencias y en la que quizás todos seremos iguales.